Asturianos de Braveza 2021
Mónica Santos y el poder de la risa
Mónica Santos y el poder de la risa
La Nueva España, 5 de enero de 2022
Mónica Santos (Gijón, 1976) llegó a Bombay dejando mucho atrás, con los nervios y la ilusión a flor de piel y con ganas de cumplir su sueño: trabajar repartiendo alegría y sacando sonrisas haciendo de payasa en el hospital. No tenía nada que ver con lo que había hecho antes, pues su carrera profesional se había desarrollado en un banco y, paralelamente, primero como hobbie y luego como pasión, había ido recibiendo formación como “clown”-denominación en inglés de payaso- y había ido avanzando en su aprendizaje. Casi cinco años más tarde, consiguió que la incluyeran como sanitaria durante la pandemia por el trabajo que desarrolla- el último acompañando a niños en cuidados paliativos, entre otros-junto a su asociación “Big Smiles”. Y la asociación cultural Yumper para la Defensa de los Valores Humanos, de La Fresneda, ha premiado ahora su trabajo como “Asturiana de Braveza”.
Atiende por teléfono, desde la India, en su escaso tiempo libre y aunque el premio lo ha recibido ella, en categoría individual, pide que se hable de la asociación “Big Smiles” para que sirva como “un escaparate” a la labor que hacen los payasos de hospital, en el acompañamiento a los pacientes y en el cuidado de la salud mental.
La primera vez que visitó un hospital con niños que tenían cáncer, estuvo enferma durante dos días enteros. “Yo compaginaba trabajar en un banco con ser payaso de hospital; para unos era la hippie y para los otros la pija. El punto de inflexión vino trabajando con la Fundación Vicente Ferrer. Estaba de voluntaria, en un centro especializado en niños y niñas con amputaciones. Un día acabamos bailando con unas niñas sordas. Iba con un compañero. Salimos y los dos nos echamos a llorar, preguntando qué había pasado ahí. A las semanas, volví al banco. Era lunes, estaba en una reunión de seguros y me pregunté qué pintaba ahí”, relata. Tardó dos años en dejarlo todo, porque tenía miedo a decepcionar a su entorno, que se había esforzado porque ella estudiara.
Pero cuando llegó a la India dejándolo todo atrás porque “no pudo más”, se encontró que la asociación con la que había contactado en un momento inicial, “Sonrisas de Bombay”, que pensaba que la acogería, le cerró las puertas.
“Al lado, estaba la cafetería de una persona que es como mi hermano (Amin Sheikh, de “Soy Gracias a ti”), me abrió las puertas de su casa y me ayudó en todo lo que pudo”, explica. Era el 19 de noviembre de 2016. Ya, al año siguiente, había constituido la asociación “Big Smiles” y estaba trabajando en el principal hospital oncológico infantil de la India (el Tata Memorial), en la unidad de paliativos. Y, a la vez, en orfanatos, geriátricos y con mujeres rescatadas del tráfico de personas.
Luego llegó el covid y no sin mucho esfuerzo la reconocieron como sanitaria en una unidad pionera de cuidados paliativos en el “B. J. Wafia Hospital for children” y pudo desarrollar su trabajo. “Es duro. Pero aprendí lo importante del poder de la risa, mirar a los ojos y escuchar con el corazón”, dice.